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De personas espinadas y tóxicas

Imagina que conoces a alguien que verdaderamente te atrae, y entre sus cuentos o lo que llegas a saber de esa persona, está que estuvo enamorada en de alguien que le hizo la vida a cuadritos, que la maltrató, que le fue infiel, que le destruyó su autoestima y que le hizo mucho, pero mucho daño.

¿Qué haces tú en este caso?

Emocionalmente, esa persona está toda llena de espinas y si te arrimas te espina y te hiere a ti también. Generalmente despiertan el deseo salvador que llevamos dentro, el deseo redentor, incluso despiertan tu compasión, pues sus historias pueden ser verdaderamente desgarradoras y te encuentras preguntándote “¿Cómo le pudo pasar eso? ¿Cómo fue posible que nadie hubiera visto que ella es una persona increíble? ¿Qué puedo hacer yo para que ella vuelva a creer en ella misma?”

Y en ese momento, en ese preciso instante en que pensaste esas cosas ya perdiste.

Ya te clavaste una de esas espinitas agudas, ponzoñosas y venenosas. ¡Ya te jodiste!

Ten en cuenta algo: estas personas espinadas puede que presenten alguno de los siguientes rasgos:

  1. Una autoestima muy deteriorada.
  2. Un odio consciente o inconsciente hacia el sexo opuesto.
  3. Están acostumbradas al mal trato.
  4. Un patrón inconsciente que busca repetir la historia.
  5. Una atadura psíquica a su maltratador, que hace que en cualquier momento que este personaje aparezca, se vuelva vulnerable a su influencia. Incluso puede volver con él en cualquier momento y dejarte.
  6. Un deseo consciente o inconsciente de venganza.

Así que lo esa persona necesita no es a ti, sino a un psicólogo para que trate y elabore sus asuntos, luego con una asesoría profesional y un trabajo personal de tiempo podrán establecer relaciones afectivas constructivas; si ellas no hacen esto se convierten en una bomba atómica ambulante que destruye, en un efecto de bola de nieve, a quienes se atreven a acercárseles. No lo hacen de mala fe, simplemente han sido tan heridas que ellas mismas no son buenas para una relación sana.

Mi consejo: No te busques problemas.

Fragmento tomado del artículo original: Mujeres espinadas de Álvaro Bonilla.