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La atracción no es una elección.

El corazón tiene sus razones de las que la razón no sabe nada. Blaise Pascal.

Se dice que lo que nos diferencia a los humanos del resto de los seres vivos dentro del reino animal es la capacidad de raciocinio, la cual nos permite, entre otras cosas, de manera consciente evaluar y elegir lo que queremos o no en la vida.

Sin embargo, en cuestiones de elegir pareja, no siempre el raciocinio es nuestro mejor aliado. Esto es dado que la atracción no es una elección razonada, es decir, cuando nos sentimos atraídos hacia alguien nos gusta por cuestiones que van más allá de la lógica, del razonamiento y es por eso que ni siquiera podemos explicarnos por qué alguien nos gusta tanto.

Esto que te acabo de decir no es nada nuevo y desde luego te sonará a algo muy normal. Sin embargo, en muchas ocasiones pasamos por alto lo anterior y es que terminamos por involucrarnos en relaciones por meras razones, del tipo “es buena persona, es trabajador”, sin antes sentir esa atracción visceral que nos exige presencia de esa persona que tanto nos atrae, es decir, en ocasiones cuando estamos saliendo con alguien, sentimos perfectamente que esa persona no termina por atraernos visceralmente, y a pesar de ello, dejamos que entre el razonamiento, sin antes sentir atracción en la que se te revuelve el estómago, y terminamos por convencernos a nosotros mismos de que el “buen partido” es con quien debemos estar.

A lo que voy, y la idea que quiero que te lleves de este post, es que la atracción no se trata de mirar a una persona, valorar sus cualidades y luego decidir enamorarse. No elegimos de manera consciente de quién enamorarnos, el amor a la hora de elegir, no tiene lógica. Si bien es cierto que cuando alguien “nos mueve el tapete”, terminamos hablando maravillas de esa persona, y dando miles de razones por qué nos gusta tanto, también es cierto que la razón sólo aparece para respaldar la decisión de nuestro cerebro reptil, el encargado de la atracción (del cual te hablaré en el próximo artículo).

Ahora bien, imagínate que miras a una persona, la cual tiene valores, “de buenos sentimientos” tiene visión, planes a futuro, pero no te parece del todo atractivo y no precisamente por ser feo o fea, sino simplemente no te sientes atraído(a); racionalmente no podrás elegir sentir emociones hacia esa persona, sí podrás elegir iniciar una relación de pareja pero no enamorarte profundamente, ¿por qué? Porque la atracción y el enamoramiento no funciona de manera racional.

Para que haya una verdadera atracción y una posterior basada en amor, debe haber una armonía y orden entre el instinto, la emoción y la razón. Por eso, en ocasiones alguien te atrae, pero a la hora de entablar una conversación con esa persona no se refuerza esa atracción inicial con fuertes emociones, (la persona es aburrida, gustos no afines, etc) y termina aburriéndote. O bien, te puede atraer alguien, sentir fuertes emociones por esa persona pero resulta que, en un ejemplo extremo, tiene un largo historial penal, por lo que por más te atraiga y te emociones al verlo, sería difícil que terminaras en una relación con un delincuente.

De eso te hablaré el próximo artículo, de cómo funciona el cerebro a la hora de elegir pareja, y lo que pasa cuando racionalmente decides iniciar una relación cuando previo a eso no sentiste que se te revolvía todo el estómago al pensar en esa persona.

Así que, si te gustó lo que escribí acá o sientes que a alguien le puede llegar a interesar, te invito a que compartas este artículo en tus redes sociales.

¡Nos leemos la próxima!