Cuando no terminamos por entender por qué las cosas no funcionaron, es probable que veamos el hecho de la ruptura como un acto de soberbia por parte de quien decidió terminar, inclusive como si fuera una guerra o un juego de ganar o perder, donde pocos quieren estar del lado “perdedor”. Cuando en realidad el hecho de terminar, muchas veces viene a ser un acto de amor más que de soberbia y deberíamos verlo como tal. Deberíamos adoptar una actitud de gratitud hacia el hecho de que al menos uno de los dos tuvo el valor de terminar algo que ya no era saludable, o bien en dónde había más necesidad que amor.
Pero para poder adoptar una actitud de gratitud ante un hecho así, primero debemos aceptar que es normal que entre personas haya incompatibilidades y lo anormal sería querer forzar las cosas cuando definitivamente no hay amor. Y justamente porque terminó ahora estamos más cerca de estar con alguien que sí encajemos y no haya necesidad de forzar las cosas.
Y así, la gratitud nos ayudaría a terminar en paz y lejos de resentimientos. Evitaríamos esa guerra de egos cuyo campo de batallas sean las redes sociales con el fin es demostrarle a nuestros amigos y a la ex pareja que estamos bien sin él o sin ella, que inclusive ahora somos más felices, que ahora “empezamos a disfrutar de la vida”
Por eso es mejor adoptar la gratitud, porque nos ayudaría a terminar en paz y lejos de resentimientos. Porque si podemos agradecer el hecho de que uno de los dos pudo decir “NO”, entenderíamos más fácilmente que lo más amoroso es soltar, el amor no es una prisión, es aceptar que existen incompatibilidades y sería egoísta querer cambiar a alguien para satisfacer nuestros gustos y necesidades. El amor no cambia, observa, y si esa persona es compatible con nosotros acepta y si no lo es, deja pasar.
Bajo ese pensamiento es más fácil aceptar no forzar las cosas y así vivir más desde el amor que desde la necesidad.
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Nos vemos en el próximo!